jueves, 27 de enero de 2011

CÁNCER, DOLOR Y MUERTE





Ese lunes, esa madrugada, el sanatorio me pareció más patético que nunca. La ambulancia había volado por las calles desiertas. La sala de Guardia estaba vacía. Mamá estaba del otro lado de las puertas vaivén, yo espiaba por la fina línea de luz en el centro de las batientes, y encontraba sus ojos que me buscaban temerosos, mientras una enfermera buscaba sus venas perdidas. Nos mirábamos a través de ese muro indolente, de un lado mi impotencia, del otro su resignación.

Parecía una nena pidiendo ayuda. No era miedo, sabía que se moría, era ese dolor intenso que la acompañaba desde hacía meses, y que ahora era insoportable. Soy de los que piensan que es mejor padecer uno el dolor que verlo en el rostro de un ser querido, pero es una vana elección mental, porque el que sufre es el otro, y uno no puede hacer nada cuando siente cerca la insoportable fugacidad del ser.

Respiré hondo cuando se acercó la médica de guardia, muy joven. Fue directo al grano...


    ─ La podemos llenar de caños y cañitos y prolongarle la vida un par de días más o no le ponemos nada y la acompañamos...

    ─ ¡No le ponemos nada! ─le dije convencido, y me puse a llorar para adentro, con la garganta inundada de angustia, y la sonrisa dibujada para mamá que me miraba mientras se iba en una camilla.


Se ve que la piba era nuevita, conservaba cierta ternura, que con el tiempo pierden casi todos los médicos. Me habló con respeto y sensibilidad, se refirió a mamá como a una persona. Qué increible, cómo pueden transformarse en máquinas de sanar a toda costa, aunque en ese supuesto trabajo curativo, se estén olvidando del destinatario. Son todos iguales los que son así (muchos): insensibles, soberbios, fríos, antipáticos, odiosamente escuetos.

Estuve unas horas parado junto a su cama. Nos mirábamos sin hablar. No había nada que decir. En un momento, sus ojos me piden que me acerque, puse mi oreja muy cerca de su boca: Me duele ─me dijo─ me duele mucho.

La miré a la enfermera que justo estaba ajustando el suero, me acerqué y me dijo despacio:

    ─ Tiene toda la morfina posible, si le doy más, la mato. Hay que esperar...


Tres meses antes, Javier Gallino, médico oncólogo que la trató casi desde el principio, me dijo (en su consultorio de Avenida Pueyrredón esquina Corrientes) que ya no la iba a atender más a mamá, que no tenía tiempo, que la iba a ver una muy buena médica de su equipo... No me gustó nada. La médica era tan comprensiva y delicada como un capataz en los campos de NIDERA. La secretaria me contó (un día en que la médica llegó una hora y media tarde) que Javier estaba como loco porque estaba por abrir una clínica oncológica en Kosovo. ¿En Kosovo? ¡Sí, en Kosovo! ¡Mierda cuánta guita que se hace con el Cáncer! (y a pesar de la guerra)

Mamá murió a las 9 de la mañana. Nos quedamos una hora más, con mi hermano, uno a cada lado de la cama, mirándola, casi sonriente porque se había acabado lo peor.

Trámites administrativos, reconocimiento del cuerpo en planta baja, desagradable empleado del servicio fúnebre comentando sombrías historias de muertos. Volví a casa. Suena el teléfono, la secretaria del Dr. Gallino:


    ─ Mancuso, podés venir con tu mamá esta tarde...

    ─ Estuve todo el fin de semana llamándolo a Javier al celular, no me contestó, le deje 4 mensajes. También llamé y llamé a la guardia que me pasó el jueves y nadie me atendió, no sabía que hacer con mi vieja, se quejaba y yo desesperado llamaba y llamaba...

    ─ Un mensaje tuyo del sábado a la noche lo escuchó Javier, pero estaba en el cine con su mujer, y no te pudo atender. Además él apaga el celu los fines de semana, ¿viste? ¿Podés venir hoy con tu mamá?

    ─ No, no puede ir mi vieja, se murió esta mañana. Y decile al Dr. Javier Gallino que es un hijo de puta...


Me acordé de todo esto porque estaba mirando la tele, haciendo zapin... encontré la historia de una piba de 19 años que no aguanta más y quiere dejar de sufrir, pero no la dejan...

Melina González, la adolescente de 19 años que reclama a los médicos del Hospital Garrahan, debido a su sufrimiento.

Los médicos, los médicos, los legisladores, los jueces... los curas... la liga de madres y padres de familia... ¿yo señor? ¡No señor! ¿Pues entonces quién decide?

Qué injusticia... hay que esperar... ¿qué?




melina 19 muertes
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Daniel Mancuso

5 comentarios:

Daniel dijo...

Justo hoy estaba con esto en la cabeza; mi cuñado que viene zafando; mi primo se fue el viernes... que enfermedad de mierda. Y todos los que terminás mencionando en el medio...

Anónimo dijo...

Un abrazo. Tu relato es estremecedor. Mi vieja era muy joven para pasar por semejante suplicio. Y los medicos, bueh. Te abrazo de nuevo, compañero!

Paola dijo...

Marcelo, yo pasé el relato de la mujer con el control remoto,de puro cagona; vos me lo traés de vuelta. Qué carajo, cuánto dolor! Todos los finales son tristes, todos. Pero unos más dignos que otros.
Mi saludo y abrazo desde acá.

daniela modica dijo...

hasta cuando la burocracia o no se que,va estar por encima de calmar el dolor de un ser humano,como se nota que no son ellos quienes sufren el dolor ..por fabor !!dejemos de opinar y otros de mirar y hagamos o hagan algo las personas responzables, ni un animal sufre asi xq se lo sacrifica y a un ser humano se lo ignora por completo!donde estan sus derechos?en las manos de un facultativo que nada hace por ejercerlos..

daniel mancuso dijo...

Sin dudas, habría que revisar la legislacion y hacer un par de planteos fuertes allí... abrazo

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