miércoles, 1 de septiembre de 2010

MORDISQUITO JOAQUÍN



Si como dijo un barbudo: “La historia se repite primero como tragedia y después como comedia”, ahora deberíamos cagarnos de risa, no por lo gracioso de la situación política actual sino por la patética sobreactuación de algunos voceros monopólicos y su exagerado maquillaje de "demócratas institucionalistas".

Son tan ridículos que a veces pienso que quieren competir con los persnajes de Capusotto...



Joaquín Morales Solá habla de La obsesión por la venganza, en una nota que escribió para La Nación.

La obsesión por la venganza, raro, ¿No? Justo él que supo rodearse de militares y civiles derechos y humanos.


Ese decreto, que instruyó a los funcionarios para hacerles juicios diversos a los diarios, es una simple continuidad escrita de la arenga verbal de la Presidenta de hace una semana. Si aquello mostró una devaluación de la palabra presidencial, el decreto de ahora es una prueba cabal del atropello del Estado a la prensa libre. El juicio político está terminado para los que gobiernan y los diarios deben ser, por lo tanto, condenados.

(...)

La obsesión por la venganza es ciertamente cegadora. Hay en el decreto menciones de "los diarios apropiadores", que es una denominación arbitraria que le quita al Poder Ejecutivo cualquier sentido del necesario equilibrio. El desorden intelectual y moral que refleja la escritura de ese documento oficial (el más importante que puede firmar un presidente de la Nación) muestra como prueba de la supuesta "connivencia" entre el gobierno militar y los diarios un acto formal y público de inauguración de la planta de Papel Prensa, en 1978, con la asistencia de Jorge Rafael Videla.

(...)

Los prejuicios no se quedan en la historia. El decreto menciona también el rol "monopólico" de Papel Prensa en la producción de papel para diarios y, cómo no, en el control del periodismo. Pura ideología. Demasiado prejuzgamiento. La industria nacional del papel para diarios es una de las pocas que compiten sin protección con la importación, que tiene arancel cero. El papel para diarios sobra en el mundo en un tiempo en que los lectores se fugan hacia la versión de los periódicos en Internet. ¿Dónde está el monopolio? ¿Dónde, sino en los preconceptos tan rígidos como antiguos de los gobernantes argentinos?

Nuevos testigos podrían aparecer desautorizando gravemente la falsa historia que el oficialismo enhebró sobre Papel Prensa. Algunos de ellos habrían tomado contacto ya con la dirigente opositora Elisa CARRIÓ y se manifestaron dispuestos a declarar ante los jueces. Consultada Carrió, sólo respondió que antes de su pública posición en defensa de la libertad de prensa chequeó todos los datos que existían. "He hablado con testigos presenciales de todo y sólo hubo un enorme apriete de los Montoneros a los Graiver", se limitó a responder.

El otro sendero que intenta abrir el oficialismo, en el Congreso, mediante un inexplicable Proyecto de ley declarando de interés público la producción de papel, está condenado a no terminar en ninguna parte.

LA OPOSICIÓN se unió en la decisión de no tratar ese tema. "Pero el oficialismo insistirá en eso cada vez que pueda", aseguró un líder opositor. El cajoneo de ese proyecto no es malo, pero es insuficiente. La prensa tendrá siempre la amenaza latente de la intromisión oficial mientras ese proyecto tenga vida, aunque sea vegetativa, en la Cámara de Diputados. Un gobierno controlando la producción nacional de papel y la importación de ese insumo básico, al mismo tiempo, podría desembocar sí en el control del periodismo. Cuando no pueden concretar sus castigos, los Kirchner optan por sembrar el temor. La existencia por sí sola de ese proyecto es ciertamente atemorizante.

(...)

En la última semana el país sufrió también la peor golpiza internacional desde la gran crisis de 2001 y 2002. Ni siquiera la crisis con el campo, en 2008, llevó a la Argentina a los niveles actuales de crítica y descrédito en los países centrales del mundo. Desde el progresista diario español El País hasta el liberal diario norteamericano The Wall Street Journal han denunciado el autoritarismo de la pareja gobernante argentina y la eventual regresión del país hacia una "dictadura".

¿El motivo? La ciega agresión oficial contra LA NACION y Clarín . ¿Se equivocan? Francisco Franco también amenazaba a los diarios con la provisión de papel, que entonces España importaba. El propio Franco manipulaba el pasado de sus adversarios de acuerdo con sus intereses políticos. Hugo Chávez metió presos a dueños de medios audiovisuales, les quitó ilegalmente las concesiones y sometió recientemente a la prensa escrita a la más ramplona censura. Uno pertenecía a la más rancia derecha y el otro se hace llamar socialista.

No hay que dar tantas vueltas: las prácticas del autoritarismo tienen un molde común desde que el hombre y su historia existen.



Nosotros NO le vamos a contestar a Joaquín, porque somos sus coetáneos. Lo va a hacer Enrique Santos Discepolo, Discepolín para los amigos, que tiene un poco más de criterio y sabiduría, adelante maestro...







¿Me escuchás, Mordisquito?

Hoy necesito hablar con vos; y con vos, ya sabés cómo hablo. Sin malquererte. Sin perseguirte. Tratando de quebrar la cáscara de tu terquedad y llegar hasta la pulpa misma de tus sentimientos, ¡que los tenés y de sobra! ¿Cómo no vas a tenerlos si sos otro argentino como yo? No, Mordisquito; hoy vamos a hablar juntos, vos y yo contra otros.


Hoy tu dolor entrará en el mío y le pondrás el hombro a mi tristeza para que los dos suframos frente a la aberración de otros. ¿Oíste qué palabra te alcanzo para que hagamos con ella un dúo de incredulidad y de pena? Aberración.

Porque hubo un crimen. El de las tinieblas, que es el más despreciable de todos. El de la cobardía y la infamia. Una máquina para la muerte, deslizada allí, en una vía cualquiera, a la espera de cualquier vagón, ¡no la venganza contra alguien, sino el estúpido atentado contra cualquiera! Vení, Mordisquito, esta noche seremos amigos, aunque vos no lo quieras. ¿Sabés por qué amigos? Porque vos y yo no queremos creer en eso, en lo que pudo pasar.

Porque los dos estamos todavía estremecidos por el presentimiento de los que pudieron morir.

¿Indignación? No, no. Pena. Inmensa pena. ¿A quién podemos dirigirnos vos y yo? ¿En el centro de qué sombra se esconde el horror de los culpables? Es distinto hablar de vos que hablar de ellos. Sé adónde ir a buscarte, qué vas a decirme y qué te voy a contestar. Pero a ellos, los criminales de ese atentado sin heroísmo, los cómplices de esa aventura que no tiene perdón, ¿dónde encontrarlos? ¿A qué cara asomarnos, a quiénes pedirles cuenta por esta felonía sin comparación? Yo no entiendo que alguien mate a alguien. La guerra es una miserable costumbre de los déspotas y la muerte no merece resolver ningún problema. Pero al que mata de frente, aunque sea un asesino, a ése también lo juzgamos de frente. ¿Y cómo podemos juzgar a los inspiradores o a los subalternos de este crimen absurdo?

No, Mordisquito, no. Yo podría llegar fácilmente a la emoción llorosa de los que me escuchan diciendo que en ese tren que pudo volar hecho pedazos había madres. No, no; seria un recurso barato y profesional, indigno de este dolor, este sincero dolor con que te hablo. Digamos que allí viajaban… amores.

De todos los tamaños. De todas las clases. Cada uno de aquellos que pudieron ser víctimas de un rencor inhumano era el amor de alguien. Cada uno de nosotros, por pequeño y triste que sea, es el amor de alguien, de alguien que nos quiere, y nuestro drama es su drama o, por lo menos, su melancolía. Pero los resentidos que quisieron vengarse, no de vos o de mí sino de una tremenda idea que no cabe en ellos, por eso mismo, porque es tremenda; esos resentidos no pensaron en la absurda matanza de los inocentes, sino en el desquite de sus pasiones oscuras.

¿Pero desquite contra qué, contra quién? No, no, yo no entiendo, no quiero entenderlo, y vos, que a veces no entendiste otras cosas, hermosas y evidentes, tampoco querrás entender todo esto, tan tenebroso y tan infame. Mañana, mi amigo, mi terco y querido enemigo, quizás vos y yo volvamos a lo de antes. Pero esta noche, en este dúo de tu pena y la mía, sé que nos hemos comprendido por primera vez.

Porque vos… vos no vas a contarme que ahora no estás junto a mí, hombro con hombro, dolor a dolor. No, no. ¡A mí no me la vas a contar!

Discepolín



Qué grande Enrique Santos, como si lo hubiera pensado para vos, Joaquin, o para tus amigos de la represión genocida de la dictadura militar. A tu vieja sí podríamos hacerle la pregunta: ¿Sabe usted señora dónde estuvo su hijo en el 76?


Daniel Mancuso

1 comentario:

Daniel dijo...

Muy buen post.
Las cosas que hay que leer, no se puede creer...

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