lunes, 22 de marzo de 2010

“Soy Brandazza y me secuestran”




Este texto poema llanto recuerdo llaga herida dolor de Jorge Giles es también nuestro. Es un grito que retumba en las pesadillas de los jueces que ocultan tragedias, en las noches de los torturadores jubilados, en los días de los vendedores de ficciones argentinas. Es una gota de memoria que no deja de golpearles la frente,
tic
tac...







¿Lo escuchó su señoría?

¿En serio nunca oyó hablar de él?

Haga un esfuerzo, señora jueza.

Dicen los rosarinos que cuando cae la noche y penan las almas por las calles, es imposible cruzar la esquina de Córdoba y Boulevard Oroño sin escuchar los gritos de Brandazza.

Ahí lo llevan, en el baúl de un auto. Y le grita a su conciencia, señoría. A nuestras conciencias. A todos.

Ahora cumpliría sesenta años, Tacuarita. No le dejaron cumplir siquiera 24.

No le dieron oportunidad de ponerse viejo, como su padre, señora jueza.

Ni tener hijos ni esposas ni amantes ni nietos ni más amigos que los que tuvo.

El coronel Luís Sarmiento procedía con el manual de torturas de la “Escuela de las Américas” siempre a mano. Por si algo fallaba en el interrogatorio.

Lo llamaban “el mago de la picana” porque cuando se abría la puerta de la sala de tortura, aparecía con una valijita así de chiquita y larga. La abría en silencio, meticulosamente.

Temblaban las paredes cuando la abría. Nadie decía nada. El coronel hacía su faena sobre el cautivo. Desnudo, amarrado, vendado, con un trapo en la boca.

¿Lo escucha gritar a Tacuarita, su señoría?

Por si olvidó, en la página 7 del diario Clarín, del 1 de diciembre de 1973, en la tercera columna, escrito está: “que Brandazza se escapó de la camioneta Chevrolet y fue introducido en el Ford azul celeste…que había un militar llamado Sarmiento que era muy bueno para aplicar la picana eléctrica. Que era un mago y usaba un aparato igual al que se ve en la película Estado de Sitio…”

Lo dicen los testigos de la policía, su señoría.

Ese coronel también está acusado por el genocidio de Videla, Massera, Agosti.

¿Recuerda esa dictadura, su señoría?

Con un pequeño esfuerzo, usted comprenderá que nadie fue ministro del terrorismo de estado, ni secretario, ni asesor, ni jefe ni subjefe, sino consentía al menos, que se torture hasta matar a los prisioneros.

Y que se tiren al mar las madres parturientas para robarle luego sus hijos recién nacidos.

Le damos otra ayuda, su señoría.

Graciela Franzen y su hermano Arturo, fueron torturados en Misiones cuando el coronel Sarmiento era un supremo torturador. Graciela lo denunció años después, por que sobrevivió.

Su hermano no pudo hacerlo. Fue asesinado en la Masacre de Margarita Belén, Chaco.

Por estas causas, la justicia anda buscando al coronel desde hace años.

“¿Y por qué no antes?”

Preguntan sin vergüenza los eunucos del monopolio mediático.

Miserables: Punto Final. Obediencia Debida. Indulto a los genocidas. ¿No les dice nada?

En la semana que hoy se inicia, la Memoria tendrá su día el 24.

Hay una mirada que no está, una melodía, una nostalgia, una risa, un grito.

“Soy Brandazza y me secuestran”

Cuando en la dictadura, ese coronel Sarmiento era ministro en Misiones y Elisa Carrió, funcionaria en el Chaco, Alicia Eguren, la compañera de Cooke, mujer comprometida hasta los huesos con su pueblo, desapareció en la Esma.

Alguien la recordaba así:

“Alicia Eguren mostraba la bombacha sin querer cuando se sentaba Despatarrada. Desenvuelta como un cordel.
Hablaba y daba vuelta al mundo en un abrir y cerrar de ojos.
Cambiaba su eje de rotación y las estrellas bajaban a sus manos.
"El Bebe me decía" y recitaba a Cooke de arriba abajo, ida y vuelta, sin respiros.
No tenía pudor bajo la pollera. Y era libre de veras cuando sonreía.
Una vez fuimos al barrio en la Citroneta. No paraba de hablar.
Y recordaba al Che que era su amigo. Y citaba a Fidel que fue su jefe en Cuba.
Y cruzaba sus piernas graciosamente mientras aseguraba que Perón iba a volver.

A dos años vista del luche y vuelve.
Cuando volvimos ese día por la noche, Alicia estaba descalza.
Había regalado sus zapatos a una compañera que ya venía descalza del invierno anterior.
Me dio pudor mirarla, dijo entre bronca y dolor. Yo me puse a llorar disimulando.
Ella hizo como que no se daba cuenta. Pero al bajar me dijo suavemente:
Una lágrima derramada a tiempo, siempre te ayuda a crecer”.

Tacuarita era igual de solidario, su señoría.





¡30.000 compañeros desaparecidos PRESENTES!



3 comentarios:

Claudio Casco dijo...

Alguna vez, si tenemos la oportunidad de estar juntos, te voy a contar mi vida. Todo esto me da una profunda tristeza.
Un abrazo.

Marcela Fumale dijo...

Mancu, en estos días no tenemos que dejar de relatar las historias de esos compañeros que dieron la vida por sus sueños, por los nuestros, por todos.
Eso es hacer memoria, y no lo que por años intentaron hacer los garcas del stablisment, quitando la esencia de lo que fueron nuestros militantes, despojándolos de sus luchas y pintándolos casi como a pobres perejiles que en vez de ir a una peña salían a pintar paredes... Nuestros 30000 amados compañeros no fueron eso, fueron luchadores, fueron aguerridos amantes de la justicia social, de la reivindicación de los derechos del pueblo, fueron solidarios hasta la muerte... hasta la propia muerte.
Un abrazo!

Paola dijo...

Estas historias que nos conmueven hasta los huesos, como el frío del invierno, son las que pintan sin sutilezas, la lucha de los compañeros, los ideales. La atrocidad de los que hoy se nos presentan como dulces jubilados, gente de bien. La sagacidad de los civiles, que hoys siguen estando y manejando realidades

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